Una de las últimas modas presente en estos tiempos, el Facebook, una de las más exhibicionistas y voyeristas a la vez, nos presenta nuestro pasado a un clic de distancia: caras, nombres, vidas, amores y odios que se pensaron perdidos y enterrados renacen abruptamente a través de caras arrugadas, familias enteras que brotaron de la persona que conociste alguna vez o personajes con pretensiones tan exageradas como las tetas de la Marlen.
Como consecuencia de esto, y a causa de ese retorcido amor que el mundo le tiene a la nostalgia, se aprovechan las instancias de contacto para la clásica, y por supuesto de moda, reunión de ex – compañeros.
Reuniones que al fin y al cabo cumplen con el viejo anhelo que más de alguno tuviera en sus fantasías de ciencia-ficción más delirantes: subirse a una máquina del tiempo que llevará a esos años dorados en que fuiste feliz y sin preocupaciones más que tus espinillas, tus pichangas, tu rebeldía y tus placeres autogestionados.
En fin, las caras de felicidad en esas reuniones son indescriptibles al ver a tus compañeros, aunque más que verlos a ellos ves al niño o adolescente que fuiste alguna vez en sus rostros y que rememoras con el trago, el cigarrillo y otros vicios que en tus tiempos juveniles eran parte del vértigo y lo prohibido de la vida juvenil.
La pregunta es directa: ¿de que puedes hablar, que no sea del pasado? ¿A quien le importa realmente en que estas hoy en día? Probablemente al principio te escucharan cuando les hables de tu vida actual, porque son gente educada, pero cuando el alcohol comience a inundar la fiesta ya ni siquiera serás tu, sino que serás el guatón, el perro, el Pedro Picapiedra, la borracha, la gangosa, la cara de caballo, la cagona, el pichula, el gato, etc. Dará lo mismo lo que eres, sólo importará lo que fuiste.
Si las viejas amistades se proyectan en el presente, si aún hoy en día hay que cosas en común con el amigo de la infancia… felicitaciones; pero si sólo sabes hablar del pasado con esa gente, ten por seguro que lo que hubo de amistad ya no existe más, y sólo queda ese placer morboso de ver cuan gordo, cagado, feliz o infeliz está tu compañero de banco.
Placeres morbosos que permite esta maravilla de Facebook…
Como consecuencia de esto, y a causa de ese retorcido amor que el mundo le tiene a la nostalgia, se aprovechan las instancias de contacto para la clásica, y por supuesto de moda, reunión de ex – compañeros.
Reuniones que al fin y al cabo cumplen con el viejo anhelo que más de alguno tuviera en sus fantasías de ciencia-ficción más delirantes: subirse a una máquina del tiempo que llevará a esos años dorados en que fuiste feliz y sin preocupaciones más que tus espinillas, tus pichangas, tu rebeldía y tus placeres autogestionados.
En fin, las caras de felicidad en esas reuniones son indescriptibles al ver a tus compañeros, aunque más que verlos a ellos ves al niño o adolescente que fuiste alguna vez en sus rostros y que rememoras con el trago, el cigarrillo y otros vicios que en tus tiempos juveniles eran parte del vértigo y lo prohibido de la vida juvenil.
La pregunta es directa: ¿de que puedes hablar, que no sea del pasado? ¿A quien le importa realmente en que estas hoy en día? Probablemente al principio te escucharan cuando les hables de tu vida actual, porque son gente educada, pero cuando el alcohol comience a inundar la fiesta ya ni siquiera serás tu, sino que serás el guatón, el perro, el Pedro Picapiedra, la borracha, la gangosa, la cara de caballo, la cagona, el pichula, el gato, etc. Dará lo mismo lo que eres, sólo importará lo que fuiste.
Si las viejas amistades se proyectan en el presente, si aún hoy en día hay que cosas en común con el amigo de la infancia… felicitaciones; pero si sólo sabes hablar del pasado con esa gente, ten por seguro que lo que hubo de amistad ya no existe más, y sólo queda ese placer morboso de ver cuan gordo, cagado, feliz o infeliz está tu compañero de banco.
Placeres morbosos que permite esta maravilla de Facebook…